FUEGO
QUE PROVOCA FUEGO
Por: Rosalía Nalleli Pérez Estrada
Dpto. de idiomas. UPTLAX.
¿Se incendió la
Politécnica? Era la interrogante de la noche. La curiosidad, el miedo y el
morbo volvieron de esta
interrogante una constante. Para los
que colaboramos en ella, eso nos generó preocupación y quizás, quien no conoce
sus venas, se inundó de ese ligero gusto que trae la perversidad cuando ve que
alguien avanza. Mientras, a todos los
que preguntaron se les contestó que no, que sólo había sido un incidente de pastizales cercanos, que habían
provocado el rumor y la oportuna intervención
hizo que todo avanzara normal. Sin embargo; pensar que pudiese pasarle algo sí
provoca miedo. Sobre todo cuando se piensa que en la actualidad es la casa de
estudios más importante del sur del
Estado y referente educativo a nivel nacional e internacional y un posible
riesgo no es bueno ni imaginarlo.
En ella han
pasado varias generaciones de alumnos cuyo estatus y situación familiar han
cambiado. Es una institución de la que
mucho se habla, pero de la que pocos
dicen lo que verdaderamente pasa. Ahí a diario se concentran miles de sueños y de anhelos y se generan miles de
propuestas buscando un cambio. Con estudiantes que vienen de varios estados con
fines casi semejantes para modificar su vida y dedicarse a algo. También, en
ella hay docentes, administrativos e investigadores que mantienen a una familia
de manera honrada. Y si le pasara algo a esta institución muchos quedaríamos volando, por lo menos,
mientras se restablece. Más de 5000 familias seguramente.
Cuando pienso en esa situación, un escalofrío recorre
mi mente y la sola idea me provoca tristeza. Sí. Se llama apego pero también se
le llama cariño y agradecimiento pues es un lugar donde muchos pasamos el
tiempo y hemos logrado amistades y un
trabajo honrado. Los alumnos llegan y aprenden, también se enamoran y se
casan. Otros, como en todos lados, un pequeño grupo, muy reducido, solo van a
pasar el rato pero todos dejan huella y todos nos enseñan algo. También es un lugar que ha venido a detonar el desarrollo
económico del área, beneficiando a varios municipios cercanos. Un pequeño fuego
que dio de qué hablar pero que nos concientiza de la importancia de cuidar y
preservar a las instituciones que permiten el cambio.
Nuestro trabajo no es para siempre. Tampoco la gente es
eterna. Unos vienen y otros van, pero mientras ella siga existiendo será el centro
de reunión del conocimiento para mucha gente que, desde que se empezó a transformar
la educación técnica en 26 de febrero de 1916 hasta la creación de las
universidades politécnicas en los primeros años del 2000, ha logrado modificar
su vida igualmente. Por lo que no estaría de más señalar la importancia de que ese
fuego efímero de ayer 17 de febrero del 2020, genere el deseo de cuidarla y de
seguirla creciendo, de conservar sus instalaciones y sea también nuestro fuego interior
que nos mueva a dar resultados a diario. Para concluir no estaría de más
recordar los viejos refranes que nos recuerdan la importancia de seguirnos
moviendo: de Dios para abajo, cada quien vive con su trabajo y que hace más el
que quiere que el que puede, así como también, que arrancar un ajo, ¡también cuesta trabajo!.
Muy bien Rosalia
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