sábado, 24 de octubre de 2015

HUELLAS DEL DOCENTE

HUELLAS DEL DOCENTE

 Rosalía Nalleli Pérez Estrada

Todos caminaron pero pocos dejaron huella, dice José Narosky y mientras leo su cita pienso en Hugo Duarte: inolvidable maestro de mi Universidad con quien aprendí a reconocer, analizar, profundizar  y a amar a mi propio idioma;  en sus formas y estructuras. Recuerdo la huella que dejó en mí, quizás sin saberlo: la confianza de saber que si me proponía algo, podría lograrlo. Y al pensar en esto, me pregunto ¿cuántas huellas dejamos los docentes a diario (sin saberlo), que nos puedan llevar a la inmortalidad? su cuerpo murió ayer, pero su vida será eterna porque siempre vivirá en sus publicaciones y en los miles de recuerdos que dejó entre los que lo conocimos.

Indudablemente la pérdida de alguien productivo siempre causará dolor y pena. Sobre todo si no tuvimos el tiempo de agradecerle en vida cuánto nos ayudó con su enseñanza. De esos maestros inolvidables y tenaces cuya influencia sigue presente...a quienes se busca imitar, se admira por su tenacidad, por sus propuestas y por su esfuerzo de seguirse moviendo, aunque arrastren -muchas veces- las cadenas de una educación popular-tradicional, restringida, concebida para la producción en masa, sumisa, con una historia familiar  acostumbrada al servicio y nada preparada para el mando o el liderato. Sumergidos en la educación malinchista, que habla de nuestras raíces pero que enaltece implícitamente lo extranjero, que forma para que se agache la cabeza y se acepte todo sin cuestionar.
 Su labor fue como la de miles de docentes que desean provocar cambios, con el placer del trabajo como aliado, que primero definen sus valores y posteriormente alinean sus prioridades, disfrutando con la llave del gozo lo que hacen para abrir la puerta del logro, como decía Maxwell (2017; 2013); una sonrisa, una palmada en la espalda, una felicitación, un conocimiento nuevo. Huellas imborrables que pueden marcar una vida guiándola al triunfo o al sentimiento de fracaso. No es fácil imaginar que si hay más de 25 millones de alumnos en educación básica y especial, de acuerdo a los resultados imprecisos que muestra Inegi en el último censo presentado del 2014, quienes son atendidos por más de dos millones de trabajadores, (profesores y personal administrativo) se pueda lograr un resultado muy fuerte, que marque o lacere el hacer o el pensar del alumno, y si a eso se le adhiere que exista por pura casualidad una responsabilidad poco consciente como de la que habla Savater (2008) cuando dice que todos debemos saber que cada uno de nuestros actos nos van construyendo, nos van definiendo y que cuando elegimos de manera consciente lo que queremos hacer vamos transformándonos poco a poco, con todas nuestras acciones que dejan huella, primero en nosotros mismos antes de dejar huellas en el mundo que nos rodea, la tarea no es fácil, por más evaluaciones que se hagan. Sin embargo, y a pesar de tener a tantos alumnos en la escuela, los docentes son guías en la vida de un alumno para salir adelante. Y algo innegable en los que hemos pisado y estudiado en una escuela  es que hemos sido movidos por un docente con su ayuda: Por esa razón, se requiere que agradezcamos a todos los que nos han enseñado algo nuevo, en ese aprendizaje informal y formal en la vida. Siempre se conoce a muchos maestros, pero se recuerda a pocos: a los que nos han esculpido con sus palabras grabándose en nuestra memoria. Sus razonamientos han sido expuestos a nuestra  experiencia con el paso de los años, para descubrir su verdad y también alguna posible equivocación, haciéndolos más humanos. Desafortunadamente hasta que enfrentamos la muerte reconocemos lo que nos han legado: ¡segura estoy de que es momento de darle gracias a todos mis maestros de la escuela, básica, media superior y superior que me han cambiado!.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario