Vox | Tlaxcala
Caos mental
Por Rosalía Nalleli Pérez Estrada
¿En quién creer? ¿En qué creer? Es la pregunta que mucha gente hace en diversos contextos. Las redes sociales revientan de invitaciones para tomar las calles o para protestar. La información a medias bombardea corazones esperanzados por leer una noticia que traiga algo nuevo y cambie el panorama. Además, la incertidumbre generada por los coloridos políticos, sedientos de poder eterno, vislumbra una rendición de cuentas ilusoria al no contar con instrumentos de evaluación adecuados que denoten su idoneidad para cualquier puesto. Y por si eso fuera poco, la exigencia empresarial ante el empleado, hace que se vislumbre un cambio social excesivamente lento, mientras que la empresa crece exponencialmente ante el malinchismo que privilegia lo extranjero.
Para complementar el panorama, el alza del precio al combustible se presenta idóneo para manifestar los vacíos internos que se tienen, y aprovecharse del caos mental generado por una educación formal e informal volátil y por una inteligencia emocional dormida, que arroja a cualquiera al abismo de pérdida de valores, mientras se genera el miedo ante el desempleo, al imaginar los bonches de indocumentados que se asoman al país, a la vez que piensan en la deportación.
Todo eso en conjunto muestra una línea de confianza casi invisible entre los humanos que se va perdiendo, a la vez que el estrés y la incertidumbre inundan las mentes de quienes avanzan movidos por el tiempo y la necesidad de seguir sobreviviendo. Y mientras avanzan, una nube enorme de dudas los cubre en cada paso que dan y en cada mirada que cruzan, mientras intentan organizarse y nace, junto con la organización, el cuestionamiento: si una manifestación popular logrará que se respeten todos los derechos.
Por lo anterior, se puede uno imaginar el estrés y la ansiedad que se vive en cada mente de quien invita a la marcha. La desesperación por tener y vivir un cambio la olemos a leguas, cual perfume aspirado por Jean-Baptiste Grenouille. La añoranza se observa en los ojos del que se dirige al trabajo, mientras presuroso corre al reloj checador para llegar a tiempo y la espera se hace eterna en el que con detenimiento contempla.
Sin embargo, en el extremo de la paciencia, hay gente que ya no analiza. Solo actúa. Con impulsos, sentimientos y sin razonamiento. Y el enojo aparece con desesperación y actitudes de reto mientras la impotencia se asoma tímidamente, tratando de ser invisible ante el avasallador pesimismo. Con relación a esto, Machado, (2012:139), dice que “la posición que cada hombre adopte ante el problema de la inteligencia, determina sustancialmente su actitud ante la vida”. Y en muchas situaciones actuales, las actitudes ya no son de tolerancia, sino de enfrentamiento. Ante esta aseveración, se hace necesario reconocer que aún no hemos aprendido a manejar el estrés y la ansiedad ni a controlar los impulsos.
Definitivamente ante tanto embate, falta aprender a diferenciar entre emociones y acciones y aprender a controlar los impulsos antes de actuar, tal como lo sugiere Goleman (2008) y poder identificar acciones alternativas, que puedan conducir a unas consecuencias posteriores que sean benéficas ante la acción. Además, ante la desesperación, se sugiere esta exhortación motivadora para que se desarrolle más profundamente el pensamiento crítico, la reflexión y no se pierda la esperanza, para ponderar sobre el hacer y retomar las buenas costumbres. Además, para mover conciencias, no siempre debe uno de recurrir a los gritos y sombrerazos, ni tampoco se necesita que corra sangre para que alguien defienda sus derechos o exprese lo que no le gusta. El objetivo de correr un lápiz y de expresar un sentir podría mover percepciones y lograr propuestas en esta tarea colectiva de los que gustamos de escribir para invitar, platónicamente y asumiéndonos como motivadores ante la vida, a pensar más positivamente. Por lo tanto, los intereses personales se deben de hacer a un lado y hacer que la rapiña ávida de reconocimiento o de poder, que arrasa por donde va, se vaya por la coladera y a la par pensemos lo que Machado sugiere que (2012: 143) “aquello de lo que el hombre realmente es dueño es de su condición humana y, dentro de ella y como elemento fundamental, de su inteligencia. Sólo sus pensamientos libres le pertenecen realmente. La inteligencia es el medio de producción más importante que existe. Y, a la postre, el único de verdadero valor”. Esto nos lleva a concluir que para poder actuar, debemos primero de pensar. Para poder pensar claramente debemos reflexionar profundamente y para lograrlo, la lectura constante, el estudio en un perfil complejo y la adopción de la Socioformación en la educación se hacen necesarios, para comprender la realidad e interactuar inteligentemente en ella.
rosalia_na@hotmail.com
Referencias:
Goleman, Daniel (2008). La inteligencia emocional. Vergara
Machado, Alberto L. (2012). La revolución de la Inteligencia. Trillas
Süskind, Patrick. (1985). El perfume. Biblioteca Breve.
Artículo publicado en el Periódico Síntesis el dia 17 de enero de 2017