Rosalía
Nalleli Pérez-Estrada
rosalia_na@hotmail.com
2016
El trabajo
colaborativo representa una oportunidad inevitable para lograr objetivos bien
definidos en la educación. Si se buscara participar con frecuencia con pares
académicos y del área se lograrían resultados más positivos en el proceso de
enseñanza-aprendizaje; en un trabajo conjunto que genera amistad y lealtad
gracias a los resultados. Este tipo de trabajo evita el sentimiento de soledad
y del doble esfuerzo y no se opone al orden colectivo. También, si se habla de
colaboración entre instituciones y empresas inteligentes, se puede apreciar
cómo incrementa la competitividad cuando se aplica alguna herramienta
administrativa exitosa, como podría ser el benchmarking, por ejemplo, que no
invade funciones, obligaciones, clientes, ni ideologías. En este tipo de
trabajo prevalece la cooperación, la responsabilidad, la comunicación, el
trabajo en equipo y la autoevaluación, pero sobre todo; un alto respeto y
reconocimiento de la capacidad de respuesta en iguales condiciones de gane,
entre las personas que colaboran para enriquecer algún tipo de servicio;
minimizando la desigualdad con el diálogo conciliador y cooperativo y
maximizando las oportunidades de mejoramiento para todos. Pero ¿cómo se le
llama al tipo de trabajo que se genera entre eternos antagónicos políticos que
de repente se unen (todavía con ideales opuestos), por su conveniencia del
poder, mientras se caen por la borda los sueños de miles? ¿Qué pensar cuando se
genera el manipulador trabajo en equipo para que el poder siga rigiendo? ¿Qué
decir ante la fingida cedida de plazas, hacia el vulgo manipulado y vencido,
mientras el dominante continúa en la silla, con el bastón de mando aún en la mano?
Se presume que en el trabajo colaborativo se buscan objetivos comunes y un
beneficio homogéneo. Si se busca colaborar pero solo pocos son los beneficiados,
a eso se le llama engaño.
Tobón,
en el área de la educación, dice que este tipo de trabajo sirve para lograr una
meta mediante la contribución de dos o más personas, con base en procesos de
acuerdo a la meta cognición y la comunicación asertiva, pero todo basado en la
ética. Por su parte, Gutiérrez del Moral (2009) define al trabajo cooperativo como
aquella actividad que se realiza por dos o más personas en forma conjunta,
equitativa o proporcional, para alcanzar unos objetivos y, en definitiva,
aprender. Pero en lo político, a millas se podría descubrir el ardid y el lucro
de pocos. ¿Será acaso este tipo de adaptación dinámica, con sometimiento
implícito una forma de asegurar la continuidad? ¿Algunos desarrollarán la
hostilidad futura cuando descubran que
abandonaron sus sueños, mientras se hundían en la corrupción? ¿Cómo llamar a la
aceptación de las condiciones lastimeras que aseguran el refugio para no
perderse o desaparecer?. Nos hace falta incorporar a diario el proyecto ético
de vida que propone la Socioformación, en los ideales de igualdad, respeto y de
ética, desde la educación básica hasta los niveles de posgrado, para comprender
realmente los preceptos de la colaboración y salvar a todos de la zozobra, así como de los ideales volátiles del que los
dirige; mientras el pueblo sueña con el cambio verdadero e intenta flotar en la
desilusión a la vez que lo rompe día a
día el embuste.
Articulo publicado en el Periódico Sintesis, con fecha del 01, de junio, del 2016.